Profesor Gonzalo Medina


El anillo perdido del Papa Luna
Fragmento del capítulo XI



Los suaves golpes en la puerta comenzaron a sonar insistentemente. Gonzalo Medina se levantó de la confortable cama de su habitación en aquel hotel de Peñíscola, desperezándose; los golpes le habían despertado de la siesta. Abrió la puerta, al tiempo que se restregaba la mano derecha sobre el ojo. Frente a él se encontraban Laura y Andrés.
—¿Qué ocurre? —preguntó el profesor.
—¿Podemos pasar? —dijo Laura.
—Sí claro, por supuesto —contestó apartándose a un lado para que pudieran entrar. Luego cerró la puerta y miró a sus invitados—. ¿Qué hacéis aquí a estas horas? —miró su reloj; eran las cuatro de la tarde, con el brusco despertar creía que era por la mañana.
—Queremos hablar con usted —concluyó Andrés.
—¿Conmigo?, ¿de qué? 
Laura introdujo su mano en el bolso y sacó el cuaderno de tapas negras de su hermano.
—¿Lo ha visto antes?
Medina los miró extrañado, luego se encogió de hombros.
—Un cuaderno de notas —respondió, dando a entender que no sabía de qué se trataba.
—Se trata de un cuaderno con apuntes sobre el Papa Luna y Francisco de Aranda, también nombra a otra persona, pero desconocemos de quién se trata. 
Laura extendió la mano con el cuaderno hacia Medina y éste lo cogió; comenzó a ojearlo, mientras Laura le relataba como su hermano le había dejado un mensaje de voz, antes del asesinato de aquel hombre en el castillo, en el que le contaba lo del cuaderno y que quería que Andrés la ayudara.
—Lo que no sabemos —continuó Laura— es qué tienen que ver estas notas con el hombre asesinado.
—Usted trabajaba con Jaime —interrumpió Andrés—, nos gustaría que nos contase si sabe algo sobre los apuntes.
—¿Este no es trabajo de la policía? —preguntó un desconcertado Medina, todavía medio somnoliento.
—Fue lo que me pidió mi hermano —respondió Laura—, que no se lo contara a nadie. 
—Antes de ir a la policía —concretó Andrés—, nos gustaría saber si el cuaderno tiene relación, o simplemente se trata de unos apuntes históricos.
—Está bien —respondió Medina—, yo no sé mucho, esta era una investigación de Jaime. Lo único que yo sé es que Aranda fue ayudado por una persona de Ulldecona a quien mandó llevar un mensaje a Aviñón. Se trataba de una persona de confianza para Aranda; sin embargo, no creo yo que tenga mucha relevancia, si ni siquiera consta su nombre en esos apuntes, yo no me preocuparía mucho de quién era esa persona, y me fijaría más en el contenido del cuaderno.
Andrés le ofreció el cuaderno, Medina lo cogió y comenzó a ojearlo.