Jaime Ribas


El anillo perdido del Papa Luna
Fragmento del Capítulo I


Peñíscola; en la actualidad

La sala del Palacio de Congresos se encontraba llena de gente. Tras el discurso del alcalde de Peñíscola sobre el Papa Luna, Jaime Ribas tenía la palabra, se había pasado diez años estudiando la figura de Benedicto XIII, el pontífice que en su día fue tachado de Antipapa; según él, injustamente. 
—...Y es así como gracias a las memorias de Francisco de Aranda, encontradas por azar —Ribas levantó las fotocopias del manuscrito para que todos pudieran verlas—, sabemos que el Códice Imperial existió y que estuvo en posesión del Papa Luna.
Sentado en la segunda fila, Andrés Taída escuchaba con atención las palabras de su amigo.
Ribas continuó hablando unos minutos sobre la figura del Papa Luna y sobre el manuscrito, encontrado en las obras de una casa. Finalmente, dio por concluida la conferencia, dando gracias a los asistentes, a los medios de comunicación y al Ayuntamiento de Peñíscola.
Tras un fuerte aplauso de los asistentes, la gente fue levantándose de sus sillas y, tras saludar a Ribas y decirle lo mucho que les había gustado su conferencia, salían de la sala.
—¿Qué te ha parecido? —preguntó Ribas a su amigo Andrés Taída.
Andrés se encogió de hombros.
—Un poco fantasioso, ¿no? —dijo Andrés con aire burlón—. Encontráis en el suelo de una casa en obras un manuscrito, las memorias de Francisco de Aranda, que habla de otro manuscrito, un códice muy importante para el Papa Luna pero de ahí a que se trate del Códice Imperial. La historia del Códice no es más que una leyenda.
—El Códice existe —recalcó Ribas—. Además, después de lo que me contaste que paso con tu tío*, ya deberías saber que todo es posible, que muchas de las que creemos meras leyendas son reales. 
Andrés asintió con la cabeza.
—Pero sigo creyendo que el Códice Imperial no.
—Por cierto —dijo Ribas, cambiando de tema—, quiero presentarte a alguien.
Ambos se acercaron a un hombre de cincuenta y nueve años, pelo grisáceo y estatura media.
—Te presento al profesor Gonzalo Medina —Ribas vio como ambos se estrechaban la mano—. Deberías leer su último libro: «La verdadera historia del Papa Luna».
Los tres estuvieron un rato hablando e intercambiando impresiones. De pronto, Ribas notó como una mano se posaba en su hombro. Se dio la vuelta y vio a un hombre; tenía una espesa barba y llevaba puesta una gabardina.